Textos para orar

Camino, Verdad y Vida

Y… es verdad.

Es verdad que
a pesar se seguirte
-o por lo menos intentarlo-,
a pesar de ser tú mi camino,
y del tiempo transcurrido en él,
en momentos me pierdo
entre los atajos que a veces encuentro
y me desvían.

Entre las diferentes rutas
por las que puedo optar en un punto concreto,
a veces no sé cuál es el correcto.

En tantos rostros que se me cruzan
en el trayecto diario,
hay días que me cuesta reconocerte.

Mas siempre vienes a mi reencuentro,
para volverme a llevar a Ti.

Tú eres quien me orienta,
o sea, el Camino.
Tú que eres en quien creo,
porque eres la Verdad.
Tú que das sentido a mi vida,
porque eres la Vida.
Tú eres el Camino verdadero,
el camino de Verdad,
que me lleva a la Vida.

Textos para orar

¡Hosana a Ti, Jesús!

¡Hosana al Hijo deDavid!
Hosana a Ti, Jesucristo
que tu poder fue el amor,
que tu arma fue el servicio.

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Bendito Tú, que estuviste con nosotros,
que estuviste como nosotros,
que te entregaste por nosotros
hasta la muerte,
y una muerte humillante y dolorosa,
una muerte de cruz.

¡Hosana en las alturas!…
en las que te puso el Padre
y te ponemos nosotros
cada vez que te reconocemos,
que te oramos y celebramos,
que hablamos de Ti,
que hacemos viva tu Palabra,
que damos vida a tu amor
con el servicio siempre que podamos
hasta nuestra muerte.

¡Hosana al Hijo de David!
Hosana a Ti, Jesús,
que estás aquí y ahora,
en medio de nosotros
reunidos en su nombre.

Textos para orar

Eres la resurrección y la Vida

Sí, Señor, creo en Ti.
Por eso mi vida tiene sentido
que eres Tú.
Tu vida orienta la mía.
Tu Palabra me alimenta cada día.

Sí, Señor, eres el Mesías…
Tu pueblo no tiene fronteras
y nos aceptas a toda las personas:
cojas, ciegas, mancas…
con todo tipo de imperfecciones
mas con todo el valor que seguimos teniendo
especialmente para Ti.

Sí, eres el Hijo de Dios
que debía venir al mundo…
que asumes nuestras limitaciones,
te pones en nuestro lugar,
te compadeces de nosotros…

Te compadeces de mí
y me vuelves a levantar
en medio del desánimo, del dolor,
del sufrimiento, de la incertidumbre…
me vuelves a dar vida,
me vuelves a resucitar
en medio de este camino de la vida.

Sí, Señor. Eres la Resurrección y la Vida.

Reflexiones

Su justa medida

La sal y la luz tiene que ser a su justa medida (Mt 5, 13-16).

Si echamos a una comida no poca sal, sino muy poca, casi ni se siente. Y si echamos demasiada, perdimos ya la comida, es un sacrificio comerla, si la como es por no tirarla, ya que pienso: ¿cuánta gente muriendo por hambre y yo tirándola? Aunque debo beber bastante agua para quitarme la sed que me da.

Algo parecido ocurre con la luz. En medio de la oscuridad, si no hay luz, no sé por dónde puedo caminar, ni hacia dónde debo ir. Más si la luz es excesiva, me deslumbra, y las consecuencias son las mismas pues, como me hace daño, cierro los ojos o desvío mi mirada de esa luz.

A la vez me viene a la mente la reacción con ciertas personas. Cuando conozco a una, que siempre que la veo me dice lo mismo, me quiere convencer con su modo de pensar, y encima que estoy cansada de los temas, siempre son conversaciones bien largas mucho tiempo, si la veo de lejos y en ese momento no me ha visto, la esquivo, me cambio de acera y no miro hacia ella para que no se dé cuenta que la he visto. También evito -o por lo menos no deseo- la gente que es «seca», que te responde: sí, no…. y nada más… Si es que te lo dice pues, a veces, ni te devuelve el saludo que le dado al cruzarla por la calle. Gente con la que me resulta difícil tener una conversación, un diálogo aunque sea mínimo. En todos los casos, lo bueno es lo intermedio: ni excesivo, ni miserable.

Eso mismo ocurre al transmitir la fe. El equilibrio es una fe compartida: con el testimonio de vida ayudando en las buenas obras a favor de personas con necesidades materiales, de escucha, de afecto…, y hablando cuando vea conveniente -sin atosigar-, de en quien creo y me mueve cada día, de Jesús.

Señor, ayúdame a ser sal y luz de modo equilibrado, testimonio de vida que refleje la Buena Nueva para darte gloria.

Textos para orar

Te veo y te reconozco

Como el endemoniado de Gerasa,
te veo de lejos y te reconozco,
por eso me echo a correr,
para acercarme rápidamente a Ti,
me postro… pero no te grito…

No me vienen palabras,
sino emociones… lágrimas,
al reconocer que…
Tú me quitas los prejuicios que me aíslan,
que Tú me acoges y me amas como soy.

Eso me impulsa, me mueve por dentro,
a compartir como puedo
la gracia de tu presencia en mí,
la gracia que me das y me libera desde dentro.

Gracias, por darme la oportunidad de tu encuentro.

Reflexiones

Reconocer a Jesús

Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente:
«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo?…» (Mc 5, 5-6)

Ahí está la clave: en reconocer a Jesús.

A pesar de «rechazarle» -o por lo menos esa impresión da-, al haberlo reconocido no se aleja, sino lo contrario, se echó a correr acercándose a Jesús y se postró ante él.

Cuando le reconoce con nombre y «apellido» -Jesús, Hijo de Dios altísimo- le atrae, a pesar de querer alejarse de él. Y en ese el encuentro se serena; esa experiencia «de tú a tú» le da un sentido a su vida, una misión: se siente impulsado y Jesús le dice que comparta lo que ha vivido, a la gente de su casa, a los suyos.

Al reconocer a Jesús, atrae, me atrae… como a tantas otras personas. ¡Es algo inevitable! Y eso también tiene sus consecuencias… Tiene una misión inevitable; tiene un impulso y atracción a compartir esta fe a la gente de los alrededores… o de las distancias. ¡Es imposible callarlo!

Y tú ¿reconoces a Jesús? ¿Has tenido un «encuentro», una experiencia con él? ¿Cómo compartes esta fe?

Reflexiones, Textos para orar

Cruz de autenticidad

La canción Declaración de domicilio, de Eduardo Meana, cantada por Cristobal Fones, es una canción que a veces la pongo en oración y me siento identificada en alguna de las estrofas, dependiendo la situación del momento.

Estos días, con cierta intensidad, me viene la mente la última parte:
¡Cruz de autenticidad esperando el alba…!
Y, oscuramente… Dios… eje de mi alma.
Vivo en el lado complejamente humano de la vida.
Vivo en el lado sagradamente humano de la vida.

Una vida vivida en autenticidad, tiene sus cruces, dificultades, dudas, desolaciones… pero siempre esperando el alba, con la esperanza o, mejor dicho sabiendo, que en algún momento se verá la claridad, se vivirá la consolación.

Sin olvidar, de ningún modo, que en medio de todo -también de la oscuridad- está Dios. Él es el eje, el sentido de la vida, el que indica hacia dónde ir.

Sí. En esa etapa soy más consciente del lado complejamente humano de la vida, con las situaciones que conlleva mas, sin olvidar el lado sagradamente humano, la fe y la experiencia de Dios que la orienta.

En este momento ¿cuál es la estrofa que más te resuena? ¿Por qué?

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Aupada y amada por Ti

Tú, que eres el Pastor,
cuando estoy perdida,
cuando el miedo me paraliza,
cuando me siento desorientada,
cuando el pecado me debilita…
me buscas y vienes a mi encuentro.

Al verte yo con tus brazos abiertos,
me dejo aupar por Ti,
pongo mis brazos alrededor de tu cuello
y recuesto mi cabeza en tu hombro.

Acercas tu boca a mi oído
y me dices: “te quiero “, “te amo”.

Me emociono y… casi sin voz
te respondo: “yo también”.

Por dentro, siento el eco de tus palabras.
Ante esto ¿qué decir?
¡No puedo decirte nada!
Sólo abrazarte con intensidad
al sentirme, por Ti, amada.

Textos para orar

Te busco a Ti

Señor,
quiero estar unos días con tu compañía,
en tu casa, donde vives.
Quiero ver tu habitación
donde reflejas tu humildad,
y donde me acerco a tu intimidad
para ir a la mía
y así, de tú a tú,
tener un encuentro contigo.

Quiero ir y verte, encontrarte y sentirte…
y como Andrés, convencerme
-en mi caso cada vez más-
que tú eres Cristo.

Cada día me ves, te cruzas en mi camino
y me preguntas qué busco,
qué sentido quiero dar a mi jornada,
a dónde quiero ir y por qué,
con quién quiero estar,
cómo vivo los imprevistos.

Y ahora, Señor,
mi respuesta es que te busco a ti,
y quiero estar unos días contigo,
dialogar, escucharte y escucharme,
palabras y también silencios.

Gracias por llamarme a tu encuentro.