El Evangelio, a pesar de celebrar el día del Corpus Christi, no habla del rito de la Eucaristía, no es la Última Cena, sino que es una multiplicación de panes (Lc 9,11b-17). ¡El día del Cuerpo de Cristo sin el texto evangélico de la Institución de la Eucaristía! Y hasta rompe un poco ese «esquema» de que la primera lectura y el evangelio tienen una relación, un tema en común y la segunda lectura puede ser totalmente diferente. Hoy las dos lecturas tienen una cierta relación pero ¿el Evangelio?
Si nos centramos en este Evangelio, comienza diciendo que se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban… y yo añado o modifico diciendo que a los que sentían que lo necesitaban y por ese motivo se desplazaron, fueron a donde estaba Jesús.
Después los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente»… Ellos veían a tanta gente, con poca comida, sin lugar donde alojarles… Y me meto en «ese pellejo» y creo que reaccionaría igual. Con lo poco que tenían ¿cómo iban a alimentar a tanta gente?
Lo peor viene cuando Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Me parece que yo ni hubiera tenido agallas de decir que «No tenemos más que cinco panes y dos peces», sino que me hubiese quedado callada, bloqueada, en blanco, sin saber cómo reaccionar. ¡No había ni comida ni tiempo para conseguirla!
De todos modos Jesús nos da la solución: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.»... Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente.
Primero se hicieron grupos de unos cincuenta, o sea, grupos más pequeños, más familiares. Y después de la bendición, se partió y se compartió.
Es como por ejemplo, cuando nos vamos a la Basílica de Luján de modo improvisado y nos encontramos con otras personas con esa misma actitud de oración, de peregrinación. Ves que una persona que se ha quedado sin agua por el camino y se la compartes. Y ella te comparte una empanada. Y hay encuentro, hay diálogo, y algo que os ha unido que es la fe y os ha motivado a ir hasta allí.
En este caso, Jesús les unió y les motivó a compartir lo poco que tenían, pero que al final se saciaron y hasta les pudo seguir sobrando algo.
Pero volviendo a la Eucaristía, volviendo a lo que celebramos hoy con más fuerza que otros días. ¿Qué tiene que ver esta lectura con la de la institución de la Eucaristía? ¿Qué conclusión puedo sacar?
Personalmente siento que vivir la Eucaristía, comulgar el Cuerpo de Cristo, me tiene que llevar a responder esa frase corta pero comprometida de Jesús: «Dadles vosotros de comer.» La verdadera Eucaristía no sólo se vive cuando la celebramos en la capilla o parroquia, sino también cuando salimos y vivimos a lo que nos compromete comulgar; cuando partimos y compartimos lo que tenemos -aunque sea poco- y lo que somos.
Nos compromete a compartir -y así a multiplicar- nuestros panes y peces, nuestra comida y nuestra escucha, nuestra ropa y nuestro afecto… y así hacer viva la Eucaristía fuera de las cuatro paredes. Cada persona sabremos cómo.
Que el Señor nos ayude a vivirla conscientemente y a hacerla vida, allá donde estemos.