Reflexiones, Textos para orar

La semilla… mi semilla

La parábola de la semilla dice que germina y va creciendo (Mc 4, 26)… sin hacer nada. Su fruto dependerá de cómo esté ella, además de la tierra, la lluvia, el sol… Con el tiempo dará su fruto.

En parte, me veo como una de esas semillas que el Señor plantó en la tierra.

Al mirar mi vida, reconozco que me marcó mucho especialmente esos primeros años. Al principio, estaba bien protegida al estar todavía «dentro de la tierra». Mas, cuando tuve que empezar a afrontar la realidad, especialmente en situaciones duras, crecí en medio de esos «fuertes vientos», pudiéndome sujetar en mi debilidad al estar bien «enraizada».

Si miro los últimos años, me doy cuenta que la mayoría de los días han sido “normales”, no han tenido nada de extraordinario, pero ahí he ido creciendo como persona que me han llevado a tomar decisiones, a dar prioridad a ciertos compromisos, a elegir opciones… que después, vividas en la cotidianidad, dan su fruto. Éste será pequeño o grande. Da igual. Porque sigue teniendo el mismo valor.

En la puerta de un colegio parece que no se puede hacer nada, especialmente cuando entran los estudiantes casi cronometrados. Pero la acogida con los pequeños saludos, con el paso del tiempo ha pasado a una pequeña conversación que ha creado confianza. Y la confianza es fruto del amor.

Gracias, Señor, primero por plantarme a mí misma y confiar que puedo dar frutos. Y gracias también, por alcanzarme los medios para crecer en medio de las adversidades de la vida pues, gracias a eso, mis frutos puedes ser pequeños pero sabrosos, valiosos.

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